Y Si Yo Me Muero
En la quietud de las noches, y en las madrugadas silenciosas, cuando el mundo se denomina de los ruidosos o silenciosos suenos de los amados o de los traicionados; cuando la divinidad aparece y las maravillas de la vida se racojen, y los relojes parecen suspender el aliento, una ama de casa abre su corazón a la única confidente que nunca la ha traicionado: la luna. Bajo su resplandor antiguo, le cuenta la historia de su vida, una vida marcada por los deslices invisibles de los años, que han tejido entre ella y su amado un lazo de pasión madura, más honda y más sabia que la de la juventud. Los dos han sido templados por la plegaria, por la devoción, por la mansedumbre que solo la convivencia diaria sabe tallar en el alma. Y así, atrapados en la esplendorosa desperfección del amor real, ese amor que no aspira a ser cuento de hadas, sino destello humano, frágil y sublime, han aprendido a vivir en la conveniencia de la inconveniencia, en la armonía imperfecta que da sentido a los días. Ella confiesa a la luna que muchas veces se ha sentido incapaz, dominada por un ardor que crece y decrece como las mareas. Ese ardor, que más que una fuerza luminosa es una visitud desmoronadora, la enfrenta a sus propias contradicciones y la obliga a mirarse en el espejo del alma. No es un amor fácil, pero es un amor verdadero; un amor que se sostiene en las manos temblorosas del tiempo y en el silencio compartido de dos seres que se necesitan más allá de la mera compañía. La luna escucha, eterna y paciente, mientras ella describe el vértigo dulce y agudo de amar a alguien cuya presencia es refugio, y cuya ausencia es desierto. Porque no se ama solo por amar: se ama porque en el otro se encuentra el aire, la fuerza, y el sentido. Y ella sabe, bien lo sabe, que todo aquel que ha prometido compartir la vida busca esa seguridad íntima, esa certeza de no naufragar mientras exista un abrazo donde descansar. Pero la vida, en su danza de perfecciones y desperfecciones, la conduce hacia decisiones que la transforman. Decisiones difíciles, decisiones humanas, decisiones que el mundo podrá juzgar desde mil perspectivas, sin comprender nunca su raíz más profunda. Solo la luna, esa guardiana silenciosa que ha sido testigo de cada lágrima, cada suspiro y cada renuncia, conoce la verdad completa de su corazón. Y a la luz de esa luna se revela la historia de una mujer que se debate entre el deber, el deseo, la culpa y la libertad, mientras intenta descifrar su propio destino en la vastedad luminosa de las noches.